La amistad creadora. Benjamín Palencia y Federico García Lorca
Galería Guillermo de Osma (C. Claudio Coello, 4, 1º Izq, 28001, Madrid)
10 de noviembre - 30 de diciembre
Alba Esparza
“La amistad creadora. Benjamín Palencia y Federico García Lorca” llega a la Galería Guillermo de Osma tras su inauguración en el Centro García Lorca de Granada. La muestra se podrá visitar hasta el 30 de diciembre en un formato reducido que se adapta perfectamente al espacio expositivo a cargo de Guillermo de Osma –galerista y a la vez comisario junto a Enrique Andrés Ruiz. Siguiendo con su línea dedicada al arte español de vanguardia, de Osma plantea una aproximación entre galería e institución que deriva en un trabajo conjunto con el Centro García Lorca y el Archivo García Lorca, poniendo la amistad como tema en el centro del discurso. Una esmerada selección gráfica de Benjamín Palencia de entre los años 20 y 30 –que ya había habitado las dos salas en “Benjamín Palencia y el surrealismo” de 1994– se extiende de nuevo por la galería planteando nuevos diálogos con material del Archivo de García Lorca, desde cartas hasta fotografías de la época, que no solo evidencia sino materializa la profunda relación que Palencia y Lorca mantienen desde 1924.
El contexto de vanguardia es cuanto menos insignificante para comprender lo que el título de la exposición sugiere: se hace especial hincapié en la vertiente creadora de la amistad entre artistas, lo cual puede extrapolarse al tejido creativo del momento, donde las relaciones dentro del gremio son constantes y dinámicas con el objetivo común de fomentar una vanguardia a la española transcendiendo las fronteras entre disciplinas. De este modo, en la correspondencia presentada se revela –además de un intercambio activo de ideas, emociones e incluso obras– una red relacional que orbita entorno a ambos con la puntual presencia de figuras como Salvador Dalí o Juan Ramón Jiménez. Conceptos como poeta o pintor se diluyen en la tinta de la vida cotidiana, plasmada en el material de archivo: por un lado, se descubre un Palencia literario que a modo de flâneur describe sus paseos por el Madrid entristecedor de los años 30, además de colaborar activamente en la ilustración de poemas para Gil Bel o retratar a Alberti en 1928; por otro, Lorca aprovecha la comunicación con su gran amigo para esbozar algún personaje en los márgenes de sus cartas que reaparecerá en 1927 en las Galerías Dalmau de Barcelona con motivo de su primera exposición gráfica.
Carta de Lorca a Palencia (primera quincena de julio de 1925)
Fuente: catálogo de la exposición
“No sé dibujar, por eso hago lo que me da la gana, sin tener en cuenta lo que otros llaman saber dibujar” declara Palencia en el ensayo estético Los nuevos españoles de 1931. Una profunda sensación de incomprensión invade a ambos, por este motivo, procuran constantemente una huida tanto del academicismo como del canon. A modo de desafío, canalizan a través de su obra la hostilidad que genera la falta de apoyo institucional y la indiferencia tanto del mercado como del público. Cercano ya al surrealismo, Palencia plantea su creación desde la figura del niño, libre e inocente –personaje que retrata constantemente y cuya recopilación aparece en Niños (1922) con un prólogo de Juan Ramón Jiménez. En Surrealismo (1932) vuelve a la noción de pureza a partir de, por un lado, la representación de figuras que gozan del mundo de manera honesta y lejos de toda convención; por otro, el uso de unos materiales concretos que transforman el significado de su trabajo. De este modo, pretende dar vida al papel estableciendo un paralelismo entre lo no exclusivo del mundo del arte: deja de lado el óleo o el lienzo para explorar con la cera o la acuarela y el papel y se centra completamente en la figura del niño, asumiendo que tanto el dibujo como lo infantil quedan fuera del canon de la historiografía tradicional.
Benjamín Palencia
Surrealismo, 1932
Lápiz, ceras y tinta sobre papel
La Escuela de Vallecas, fundada por el pintor junto a Alberto Sánchez en 1927, toma también una gran relevancia para la creación del periodo exhibido. En la segunda sala de la exposición se presenta un surrealismo poético, mesurado y personal que responde a los paseos por Vallecas observando la naturaleza y sus formas. Es a partir de lo biomorfico y el estudio de la relación entre la tierra, la madera, las plantas que Palencia y Sánchez exploran nuevas miradas para modificar la visión artística y establecer un cambio de perspectiva definitivo para la pintura. Además de la reducción en los trazos para incidir en la expresión, en Máscara de toro (1932) y Pájaro (1931) queda demostrada la apropiación literal de figuras de las cerámicas del Museo Numantino de Soria, una clara referencia al interés de Picasso por el arte primitivo y que Palencia tiene la oportunidad de conocer en sus viajes constantes a París. Aunque la presencia de Lorca en esta segunda sala no sea explícita, las cerámicas celtibéricas remiten directamente a los desplazamientos de la compañía teatral del poeta granadino, la Barraca, en el contexto de las Misiones Pedagógicas de la Segunda República, ya que en el libro de visitas del museo aparece la firma de Lorca. De este modo, se establece la hipótesis de que este le habría hablado a su amigo Benjamín de las piezas.

Comparativa entre las cerámicas numantinas y Máscara de toro (1932) y Pájaro (1931) de Benjamín Palencia
Fuente: Catálogo de la exposición
La etapa de la Barraca culmina la muestra con la icónica imagen de Federico García Lorca en su habitación de la Huerta de San Vicente con el cartel creado por Benjamín Palencia al fondo. No solo se encarga del diseño del logotipo sino que también está muy presente en el proyecto de La vida es un sueño –una adaptación de la obra de Calderón de la Barca realizada en 1932– pensando los decorados y contribuyendo a la concepción del imaginario de los personajes, tal y como se aprecia en El león (1932). Palencia no aparece en las fotos de archivo de la compañía itinerante pero es en este proyecto común donde se materializa la complicidad que se anticipa en la correspondencia de la primera sala y que la propia exposición se propone desvelar. Así pues, a partir de la faceta más personal de la relación simbiótica entre los dos artistas, la combinación entre archivo y obra gráfica y la reinterpretación de los dibujos de Palencia, “La amistad creadora. Benjamín Palencia y Federico García Lorca” deviene una oportunidad inédita para conocer desde dentro la vanguardia española. En los niños de Palencia, que no desaparecen en ningún momento de la muestra y que permanecerán en su obra incluso después de la guerra civil española, se personifica el carácter subversivo y avanzado del tejido artístico del momento, además de las relaciones personales y profesionales que surgieron y que siguen estando presentes, aunque seguramente enmascaradas, durante la dictadura.
Benjamín Palencia
El león, 1932
Técnica mixta sobre papel
Federico García Lorca con el cartel de La Barraca
Fuente: Archivo Federico García Lorca
Muy bien.
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