El cuerpo como hábitat

Isabel Hernández-Gil Crespo 

"To the edge of what I wasn't, I was"

Rebecca Glover

Galería Silvestre

C/ Doctor Fourquet, 21

28012 Madrid, España

09/09 - 13/11/2021


¿Dónde están los límites de un cuerpo habitado por otro? ¿Y los de cada uno de sus sentidos? ¿Podemos escuchar desde el olfato, la vista, las vibraciones; evitar que nuestra escucha sea antropocéntrica? Éstas son las preguntas que Rebecca Glover, en su exposición To the edge of what I wasn’t, I was, lleva hasta el final de sus posibilidades artísticas. Nacida en 1984, y asentada en Londres, Glover es una artista emergente y multidisciplinar que combina escultura, pintura, performance, vídeo y “foley”: el arte de reproducir sonidos para producciones audiovisuales, como puertas abriéndose, pasos sobre el parqué, una tormenta o caballos galopando. Ha participado en exposiciones colectivas y festivales como los Concerts Dispérses en Francia, Oscillation Festival De Bijloke Muziekcentruum en Bélgica, o Sounding Objects for Pump House Galllery Cafe Oto en Londres. 

 

 

 



Hydra II, 2021

Arcilla polimérica, resina, alambre, pintura acrílica

37 × 10 × 10 cm

 

En su primera exposición en solitario, Glover se sirve de sus eclécticas habilidades para crear una experiencia multisensorial, inspirada en su experiencia durante los meses de embarazo, y que combina pintura, escultura, y grabaciones que simulan el llanto de un recién nacido. Instalada en la Galería Silvestre, To the edge of what I wasn’t, I was se convierte en un espacio de profundo extrañamiento, donde formas y sonidos vagamente antropomórficos, fundidos con los de otras especies, cobran un significado lírico y también algo perturbador.

 

En su mayoría, las esculturas están hechas, o bien a partir de moldes de “oreja de judas” – un hongo muy semejante a una oreja humana – o bien a partir de orejas humanas de verdad, quedando patente la ambivalencia que se retrata en el título de la exposición: ¿dónde termino yo, y dónde empieza el mundo externo? Las obras escultóricas son, en mi opinión, las más interesantes de la artista, cristalizando la idea de un cuerpo que es, a su vez, parte de otro cuerpo, e invitándonos a cuestionar lo que nos diferencia de otras especies con las que compartimos un planeta cada día más enfermo. Son también las más originales, erigiendo un puente entre la anatomía humana, la materia orgánica en descomposición, y el insondable fondo del océano. 

 

Las obras pictóricas, por el contrario, dejan mucho que desear.  Cobran vida corales, lombrices y líquenes, con una paleta de color armónica y agradable, pero son eminentemente decorativas y sin especial interés: parecerían mejor aprovechadas en un despacho de abogados que en una galería de arte. Fundidos en el inquietante paisaje cuelgan varios altavoces negros, creando ondulaciones en el aire y en el suelo a modo de algas marinas. Por sí mismas, las grabaciones que emiten no son ni impactantes ni particularmente expresivas, pero sí contribuyen a transportarnos a un universo ambiguo y siniestro, en el que no se sabe si el bebé está dentro o fuera de nosotros, ni si las voces, rigurosamente armonizadas, son una sola melodía o un conjunto de ellas, al igual que los micelios escultóricos.

 


 


Note 5, 2021

Gouache y lápiz sobre papel

38 × 29 × 3 cm

 

 

            Glover admite inspirarse en el ecofeminismo y las formas de la naturaleza, pero lo hace a costa de la originalidad conceptual de su obra. La madre como tierra y la tierra como madre han sido parte del imaginario feminista demasiado tiempo, y la exposición aporta poco tanto a nivel expresivo como a nivel intelectual. Quizás el único matiz interesante que aporta Glover es esa línea finísima entre lo grotesco y lo tradicionalmente tierno y maternal. Ella misma lo describe cuando dice no saber si el bebé vive en el cuerpo como en un hábitat natural, o si debe conceptualizarse como un ser parasitario y enfermizo. A partir de esta misma idea, llama a una de sus pinturas “Rock Eater”, aludiendo a un liquen de las Azores que parte las rocas desde dentro. A nivel individual, y en el contexto de una galería comercial, las obras no reflejan este marco conceptual, que es lo único potencialmente interesante de la autora. El visitante no se interesará por la obra de Glover a menos que ya esté familiarizado con el contexto autobiográfico y las referencias más bien rebuscadas que encuentran un eco lejano en la hoja de sala, más poética que informativa. Es posible que, prescindiendo de la obra pictórica, y llevando la exposición en su conjunto a un extremo aún menos convencional, Glover consiguiese transmitir su experiencia de un modo más enriquecedor, y menos indiferente, para el espectador.

 



Polyphony, 2021

Arcilla polimérica, resina, alambre, pintura acrílica

38 × 56 × 38 cm



Isabel Hernández-Gil Crespo

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