La omnipresencia del color y sus límites expositivos

"Color. El conocimiento de lo invisible"

Espacio Fundación Telefónica (C. Fuencarral, 3)


16 de junio de 2021 - 16 de enero de 2022 


Alba Esparza




El Espacio Fundación Telefónica acoge, del 16 de junio al 16 de enero de 2022, Color. El conocimiento de lo invisible, una muestra interdisciplinar cuyo discurso expositivo parte de la omnipresencia del color en nuestra vida cotidiana. María Santoyo y Miguel Ángel Delgado, comisarios de la exposición, se fijan en el gran uso que se le da en la actualidad, tanto en inteligencia artificial, neurociencia y psicología como en educación, cine y semiótica, motivo por el cual se aventuran a plantear ¿el color existe? Esta cuestión no pretende ser resuelta durante el recorrido sino que toma el papel de hilo conductor para ir dialogando con diferentes disciplinas, subdividiendo la exposición en seis bloques: Cartografía del color, El color como invención, La tecnología del color y el color de la tecnología, Del espectro visible al invisible, Colores acromáticos y Emotividad del color. 


Experimentando de forma constante la indefinición y contradicción –algo que los comisarios han declarado premeditado aunque acaba resultando desalentador–, el visitante se adentra en un espacio complejo y diverso, que alterna pinturas, proyecciones, moda, catálogos, cuyo objetivo es el de devenir un debate abierto sobre la naturaleza del color, poniendo la mirada en diferentes ramas de conocimiento sin necesidad de regirse por una lógica cronológica, histórica y ni siquiera un criterio específico para la elección de los materiales expuestos. De este modo, unas entrevistas a profesionales del mundo de la ciencia y la tecnología, situadas justo al entrar, parecen querer justificar la exposición suscribiendo que el color está resultando muy útil en sus campos de estudio.  


Vista de la primera sala

Fotografía de Fundación Telefónica

La obra de Cynthia González, que rinde homenaje al prisma de Newton, inaugura el espacio, aunque cabe desplazarse hasta las proyecciones sobre pared para percatarse de que la primera sala, en realidad, quiere abordar la teoría del color y la diferenciación entre la síntesis aditiva –hablando de colores materia– y la sustractiva –en cuanto a los colores luz. Se mezcla aquí un debate histórico entre Platón, Goethe y Newton sobre la naturaleza del color con los avances tecnológicos relacionados con los dispositivos que utilizamos actualmente. Así, en las vitrinas podemos encontrar materiales muy lejanos cronológicamente pero que muestran cómo se ha ido cartografiando. Por ejemplo, destacan: Opticorum libri sex: philosophis iuxta ac mathematics utilies (1613) de Francisco de Aguillón, Círculo cromático (1810) de Goethe o Traté de la couleur (1913) de M.A. Rosenthiel. 


Muestra documental sobre la cartografía del color

Fotografía propia


La dicotomía entre un enfoque romántico u otro más científico está presente en toda la muestra. No obstante, en  El color como invención se añade otra capa a la discusión: el terreno cultural. Aquí se pretende explorar cómo el debate sobre la naturaleza del color tiene impacto más allá del ámbito científico, filosófico o tecnológico y penetra en otros terrenos sociales. La horizontalidad de los estudios culturales rige este tercer bloque de la experiencia presentando de lado piezas tan dispares como un Yves Klein, un Givenchy como el que Audrey Hepburn llevó en la ceremonia de los Oscar en 1954 o el inventario de Ana Roquero para la restauración de obras de arte. Cada ejemplo aleatorio –resulta indiferente fijarse en una pintura o en una portada de disco– se presenta como válido para la reflexión sobre la simbología del color, algo arriesgado pero que permite al visitante sentirse identificado con los materiales expuestos y reflexionar sobre el imaginario colectivo. 

 

A nivel histórico, se revela en esta parte de la exposición cómo la simbología del color ha venido determinada, en parte, por el acceso a los pigmentos. El caso del azul es el más representativo: en la vitrina se encuentra un manto de la Virgen de la Almudena del siglo XIX que ilustra la dificultad de la época de conseguir lapislázuli; por otro, los blue jeans de Levi Strauss, que al principio se confeccionan como el uniforme de los buscadores de oro, se convierten en icono gracias a la reducción del coste de la fabricación con la aparición de los tintes industriales de anilina e indantreno. 


Manto de la Virgen de la Almudena 

Siglo XIX

Fotografía propia


De lo cultural volvemos a lo tecnológico navegando a la deriva entre la posición científica y la romántica. El recorrido lleva hacia la historia del cine y la fotografía –ahora sí se sigue un orden temporal. Se destacan algunos hechos históricos en el desarrollo de la técnica con materiales: la primera fotografía en color de Maxwell, de 1861, inspirada en la teoría tricromática de Thomas Young; la presentación del daguerrotipo en 1939, o el autocromo de los hermanos Lumière. Las últimas vitrinas están dedicadas a Kodak y a la democratización de la fotografía, con la idea de que la tecnología queda impresa en las imágenes marcando el color de cada época. De este modo, las películas contemporáneas se nutren de filtros cromáticos como elementos discursivo de las películas. 

 

Acabamos con los estudios más recientes sobre  la percepción, algo más habitual en arte, diseño, arquitectura, moda o publicidad. Los comisarios lanzan la última pregunta al visitante ¿los colores son connaturales al ser humano, a la herencia cultural o al subconsciente? Aunque la última instalación interactiva pretenda profundizar en la vertiente emotiva del color, en un sentido goethiano, The Warmth consigue cerrar el círculo de contradicciones de toda la muestra. Esta obra pretende traducir las emociones a color mediante una cámara térmica. Mientras entrevista a una serie de personas sobre experiencia traumáticas que han sufrido a lo largo de su vida, pretende congelar sus cambios emocionales, percibidas gracias al color. 


The Warmth 

Roselena Ramistella

Fotografía de Fundación Telefónica


Con The Warmth concluye el círculo de contradicciones: esta última oportunidad para profundizar en la teoría de la emotividad del color no cumple las expectativas. La obra en ningún caso explora cómo el color es capaz de generar emociones, ya que únicamente traduce a color la temperatura corporal de los individuos, centrándose en las reacciones físicas. Con este ejemplo anecdótico, la exposición acaba produciendo una sensación de saturación. Aunque se planteaba como una cuestión abierta, se hace evidente como existe un claro posicionamiento hacia las teorías más cientificistas y no se da el tratamiento transversal que se prometía. Es más, en el propio vídeo de presentación de la exposición ya se anticipa "el color no existe". 




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