No vine a traer la paz sino la espada.
Galería: Fernado Pradilla. Calle Claudio Coello 20, Madrid, 28001.
Comisario: Fernado Caprio.
Fechas: 05/09/2021--11/12/2021
Artista: Beth Moysés.
La galería madrileña Fernando Pradilla, que desde su fundación en el año 2001 ha trabajado incansablemente por mantener y enriquecer el puente artístico que conecta Latinoamérica y España, acoge del 5 de noviembre al 11 de diciembre de 2021 la sexta exposición individual de la artista brasileña Beth Moysés (1960, Sao Paulo) que bajo el título No viene a traer paz sino la espada, presenta su particular declaración de guerra al olvido y a la violencia que diariamente sufren todas las mujeres del mundo.
Beth Moysés siempre ha tenido como objeto de interés el cuerpo femenino y nada que atraviese o problematice la dura realidad que supone ser mujer le resulta ajeno. Hoy sus trabajos catalizan las peticiones y demandas de las olvidadas, de las que solo pueden susurrar y a través de la memoria, la costura, la performance y la escultura consigue dar voz a aquellas que no la tienen. Es justamente a estas mujeres, omitidas y silenciadas, a las que Beth Moysés dirige sus acciones y sobre las que plantea toda su praxis artística.
El 25 de marzo de 1911, a escasos metros de Washington Place, en el corazón de Manhattan, un cigarro mal apagado desata un terrible incendio en el interior de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist. Las llamas, alimentadas por los tejidos y las vigas de madera, se propagan por el taller de costura. Las puertas y las ventanas están cerradas. Por decisión de la empresa, todas las salidas han sido bloqueadas para evitar robos y descansos no autorizados. El fuego devora el edificio. Todas las trabajadoras quedan encerradas y 129 mujeres mueren calcinadas. Más de un siglo después, la artista brasileña aún recuerda a aquellas inocentes costureras y llena de rabia les dedica la obra titulada 129 en llamas en la que Beth Moysés, expulsa por su boca 129 canillas intentando así honrar a las jóvenes víctimas de aquel incendio. Tras este ritual taumatúrgico en el que se pretende la salvación de las costureras, las canillas se acumulan en una pequeña cuna de madera en la que el recuerdo se torna una acción política.
Asimismo, la muestra cuenta con dos discretas esculturas que reafirman el compromiso íntimo y personal de una artista capaz de situar su cuerpo en el centro de los ataques. En Ombligo, Beth Moysés queda reducida a un pequeño cubo de resina marmorizada con el que comparte peso. Igualmente, en Mis siete años, la artista disminuye el tamaño de sus pies hasta alcanzar la medida aproximada que tendrían las extremidades de una niña. Ambas obras ponen de manifiesto la objetualización y cosificación que sufren los cuerpos femeninos, incapaces de escapar a la mirada de Acteón, que pretende poseerlas desde que tienen uso de razón.
En una de las paredes de la galería centellea un pequeño broche dorado. El alfiler, con forma de espada, es una vieja herencia familiar de la artista brasileña. Bajo su punta se puede leer en portugués la frase que da título a la exposición. De esta forma, Beth Moysés nos recuerda que no ha venido a continuar la tregua sino ha declarar la guerra. Bajo este dogma nace Aurora, una obra en la que la artista, junto con un grupo de mujeres madrileñas procesiona por las calles de la capital atravesando varios hitos de la historia feminista madrileña (Barquillo 44, la calle Montera…). Sin embargo, piezas profundamente beligerantes como las anteriormente comentadas quedan desautorizadas por una serie de propuestas en las que las proclamas políticas que vertebran la exposición quedan reemplazadas por una extraña intención terapéutica pseudochamánica. Las malasmuertas o los restos de 1200 veces mi corazón (performance que inauguró la muestra), son un ejemplo de esta problemática. El cuarzo rosa inunda la imagen y palabras como limpieza, purificación y ascensión sustituyen a rabia, venganza, justicia o espada.
No obstante, la exposición sigue manteniendo el compromiso con una lucha cada vez más necesaria y urgente y a pesar de la deriva fantasiosa que Beth Moysés toma en las últimas obras de la muestra, No vine a traer paz sino la espada sigue siendo una perfecta declaración de guerra donde lo olvidado se recupera y lo susurrado se trona arma.
El comisario de la muestra se llama Francisco Carpio, no Fernando Caprio.
ResponderEliminarLa crítica es correcta. Numerosas erratas.
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